Estando allí la lluvia se tornó en copos de nieve, poco tiempo después volvío a ser lluvia y un poco después las nubes habían desaparecido y empezó a brillar el sol.
Nos olvidamos de la ruta que teníamos prevista y optamos por rodar por algún sitio donde no nos llenáramos de barro, así que decidimos ir hasta Villaralbo. Cruzamos el río, pudimos contemplar el arco iris y tomamos el llamado Camino de San Miguel.
Llegamos tan bien a Villaralbo llevando el fuerte viento de espalda, que alargamos el recorrido hasta Villalazán. Plato grande, piñón pequeño, rodando a treinta por hora y sin esfuerzo... !Cómo se disfruta de la bici en esas circunstancias...!
Peeeeeero, al llegar a esta localidad dimos la vuelta y empezó la fiesta... !Cómo soplaba el viento, qué zumbido constante en los oídos, qué fuerza ejercía contra nosotros! Hicimos el regreso, o resguardándonos al abrigo de algún compañero o dando relevos, y la velocidad se redujo a prácticamente la mitad.
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